VII (y a veces también me siento un souvenir)

Ayer, terminó de cantar. Se volvió hacia un extremo de la habitación y apoyose de espaldas en uno de los seis vértices del cuarto hexagonal. Esa sexta esquina le sirvió de canal para llegar al suelo. Ya sentada, con ambas manos cubrió su sexo y juró no volver a caer, juró que la música no volvería a morir si tan solo pudiera encontrar una nueva armonía que comprender.

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